Ecuador frente al reto de la trazabilidad: ¿puede la pesca sostenible abrir más puertas al mundo?

Plástico en el mar: el enemigo invisible que también se come
Un estudio en Chile revela cómo la pesca y acuicultura también contaminan… y cómo esa contaminación regresa a nuestros platos.
En un mundo donde el plástico lo ha invadido todo desde los empaques de comida hasta los océanos, cada vez es más difícil escapar de sus consecuencias. Nuestro, invitado Guillermo Molina, biólogo marino y consultor especializado en sostenibilidad, encendió las alarmas con datos tan contundentes como reveladores: “El primer plástico que se fabricó en la historia, aún no se degrada”.
Durante la entrevista, Molina compartió los resultados de un estudio solicitado por el Ministerio del Medio Ambiente de Chile y financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El objetivo: dimensionar el impacto de la pesca y acuicultura en la contaminación marina por plásticos. Y aunque tradicionalmente estas actividades no han estado en el foco de la crítica ambiental, los hallazgos invitan a replantear esa idea.
¿Contaminan la pesca y la acuicultura?
Sí. Según datos internacionales citados por Molina, al menos el 10% del plástico en el mar proviene de actividades pesqueras y acuícolas. En el caso de Chile, donde la acuicultura especialmente de salmones y mejillones tiene un peso enorme, el volumen de residuos plásticos es aún mayor. Y no se trata solo de redes olvidadas: las plantas procesadoras también generan flujos importantes de residuos, principalmente bandejas, envases y materiales de embalaje.
“La estructura de muchas balsas salmoneras se sostiene en un 85% por plástico”, explicó Molina. “Y ese plástico, con el paso del tiempo y el desgaste del mar, va soltando partículas invisibles que terminamos consumiendo”.
Plásticos que no se ven, pero se comen
El dato más impactante fue también el más cercano: todos estamos consumiendo micro y nanoplásticos a diario, incluso desde fuentes impensadas. “Hay estudios que detectan microplásticos en carne de res, porque los animales también los ingieren a través del pasto o el agua contaminada”, advirtió Molina.
Y el problema no termina en lo que entra al cuerpo, sino en lo que se queda allí. Los plásticos pueden actuar como disruptores endocrinos, interferir con procesos celulares o incluso estar presentes en tejidos a nivel intracelular.
¿Reciclaje como solución?
No del todo. Aunque el reciclaje es parte de la solución, el estudio reveló que la gobernanza del reciclaje está cortada. En muchos casos, los plásticos utilizados en pesca y acuicultura son técnicamente reciclables, pero no hay una cadena eficiente para hacerlo realidad. La logística, los costos y la falta de incentivos hacen que muchos materiales terminen desechados sin un segundo uso.
A pesar de ello, hay iniciativas que inspiran esperanza. En el sur de Chile ya operan empresas como Aquafil, dedicadas a reciclar redes de acuicultura. En Ecuador, la organización Tunacons trabaja en plantados biodegradables para la pesca de atunes, reemplazando materiales plásticos por fibras naturales como el abacá.
¿Y si dejamos el plástico?
Reducir el plástico, más allá de reciclarlo, es una tarea impostergable. Pero hacerlo bien implica más que buenas intenciones. “Cambiar un material por otro, como el vidrio por el plástico, no siempre es mejor si no se analiza su ciclo de vida completo”, advirtió Molina.
El concepto clave es el ecodiseño: pensar desde el inicio qué impacto tendrá un producto cuando deje de usarse. Solo así podremos salir de este ciclo envenenado donde lo que botamos al mar, tarde o temprano, vuelve a nosotros… en forma de partícula.