Ecuador frente al reto de la trazabilidad: ¿puede la pesca sostenible abrir más puertas al mundo?

Santa Elena alza la voz: los desafíos invisibles de la pesca artesanal
Falta de apoyo estatal, inseguridad en el mar y presión del turismo desordenado amenazan la sostenibilidad de una actividad que alimenta al Ecuador.
Santa Elena, la más joven de las provincias ecuatorianas, vive una paradoja: a pesar de su riqueza marina y pesquera, sus pescadores artesanales enfrentan un abandono institucional que compromete su subsistencia y el suministro de alimentos a las comunidades costeras. Así lo expuso Raúl Guale, presidente de la cooperativa pesquera de Ayangue, en una entrevista con el programa Azul Sostenible.
“La pesca artesanal no es solo trabajo, es cultura, identidad y soberanía alimentaria”, afirmó Guale
Una actividad vital pero olvidada
Con más de 7.400 pescadores artesanales registrados en Santa Elena y 35 organizaciones distribuidas entre cooperativas y asociaciones, el rol de este sector es clave en la economía y la seguridad alimentaria local. A diferencia de la pesca industrial, destinada a la exportación, el producto artesanal se queda en el país y abastece a las comunidades.
Sin embargo, los pescadores enfrentan dificultades estructurales para formalizarse. Las oficinas de atención pesquera que funcionaban años atrás han desaparecido, obligándolos a viajar a otras ciudades para realizar trámites como la obtención de matrículas o permisos de pesca. “Nos piden estar regulados, pero no nos dan las condiciones para hacerlo”, reclamó Guale.
Piratería y falta de créditos: una tormenta perfecta
La inseguridad en el mar ha sumado un nuevo golpe al sector. “Salimos de la pandemia para enfrentarnos a los piratas”, señaló el dirigente. A esto se suma la falta de acceso a créditos adecuados. Aunque existen líneas anunciadas por el gobierno, “la mayoría de compañeros ni siquiera accede por tener deudas menores en el buró de crédito. Todo se politiza”, lamentó.
Los créditos serían clave para reponer motores, renovar artes de pesca y adquirir seguros tanto de salud como de embarcaciones que les permitan operar con dignidad y previsión.
Invasión industrial y falta de control
Uno de los reclamos más fuertes tiene que ver con la presencia de embarcaciones industriales dentro de las ocho millas reservadas a la pesca artesanal. “Nos están dejando sin especies. Nosotros tardamos 10 años en producir lo que ellos pescan en una semana”, dijo Guale.
Esta sobrepesca afecta especialmente a especies demersales como la corvina, el pargo o el lenguado vitales para el consumo local y difíciles de reponer debido a su baja abundancia. Piden más control estatal y respeto a las zonas protegidas, ya que muchas de estas embarcaciones usan lámparas y maquinaria que afectan incluso a ejemplares juveniles.
Turismo sin orden: ¿aliado o amenaza?
Ayangue, una de las caletas más conocidas de Santa Elena, se ha convertido en un destino turístico, pero esa transformación no ha sido del todo positiva para los pescadores. “Nos cierran el acceso a las playas, como si no fuéramos de aquí. Urbanizan sin respetar que la pesca estuvo primero”, denunció.
Además, el turismo desordenado ha incrementado la contaminación marina. “Dicen que el pescador contamina, pero en feriados la basura queda en la playa. Cuando sube la marea, se la lleva el mar”, advirtió Guale.
Piden una ordenanza municipal que regule la convivencia entre turismo y pesca, y que proteja espacios exclusivos para la actividad ancestral.
¿y si desaparece el pescador artesanal?
Raúl Guale cerró la entrevista con una advertencia: “Si seguimos así, el pescador artesanal va a desaparecer”. Frente a esa posibilidad, el llamado fue claro: se necesita voluntad política, coherencia en las políticas públicas y respeto a quienes sostienen desde hace generaciones el consumo de pescado en el país.
Porque hablar de pesca artesanal no es solo hablar de economía: es hablar de cultura, seguridad alimentaria y del derecho a vivir del mar sin ser desplazado, olvidado o ignorado.