“Nos están dejando solos”: Manglares en peligro y pescadores bajo amenaza en el Golfo de Guayaquil

Comunidades pesqueras del Golfo de Guayaquil luchan por recuperarse tras sismo y fuertes lluvias
Entre el abandono y la resiliencia, los habitantes de la Isla Puná y recintos aledaños piden atención urgente en salud, vivienda y servicios básicos.
Un golpe que agravó problemas históricos
El reciente sismo que tuvo como epicentro el Golfo de Guayaquil, sumado a las intensas lluvias y marejadas, ha dejado a las comunidades pesqueras de la zona en una situación crítica. Viviendas colapsadas, inundaciones, pérdida de enseres y afectaciones en la infraestructura son parte del panorama que describe Reina Ramírez, presidenta de la Asociación Orilla del Mar de la Isla Puná.
Aunque la emergencia golpeó también a zonas urbanas, en las comunas costeras la recuperación es más difícil. Allí, el transporte depende exclusivamente de lanchas, el acceso a agua potable y energía eléctrica es limitado, y la atención médica y educativa presenta carencias históricas.
Vivir en el Golfo: aislamiento y abandono
Según la dirigencia local, en el Golfo existen 22 comunidades y 26 caletas pesqueras. Muchas carecen de escuelas o tienen una sola institución que atiende a varios niveles con pocos profesores, lo que ralentiza el aprendizaje. Los problemas se agravan por la falta de títulos oficiales para los bachilleres, la ausencia de un sistema de recolección de basura y la precariedad en las viviendas, muchas de ellas ahora cubiertas apenas con lonas para protegerse de la lluvia.
El abandono estatal no es nuevo. Reportajes previos ya evidenciaban la falta de legalización de las comunas, lo que dificulta la gestión de recursos y proyectos. A esto se suman riesgos permanentes como la piratería, el impacto de fenómenos climáticos y la posibilidad de un evento El Niño severo.
Carencias que se sienten todos los días
“No tenemos hospital, no hay medicamentos, y para llegar a Guayaquil en casos de emergencia debemos usar nuestros propios medios y gastar lo que no tenemos”, relata Ramírez. Las enfermedades respiratorias y gastrointestinales son frecuentes, así como los problemas de hipertensión y diabetes sin control por falta de fármacos.
En materia de servicios básicos, gran parte de la población se abastece de agua comprada a camaroneras o transportada en botellones desde Guayaquil. La electricidad, cuando existe, proviene de paneles solares donados o generadores a combustible financiados por los propios comuneros.
Qué necesitan con urgencia
Las prioridades actuales incluyen:
- Medicamentos básicos (paracetamol, analgésicos, antihipertensivos, insulina y otros para diabetes).
- Agua potable y alimentos no perecibles.
- Ropa en buen estado.
- Materiales de construcción (cemento, bloques, varillas) para reparar viviendas destruidas o dañadas.
Las donaciones grandes pueden entregarse en el muelle de la Caraguay, junto al mercado, desde donde se movilizan a las comunidades. Los aportes más pequeños se reciben en la oficina de FENACOPEC (calle Baquerizo Moreno y Av. 9 de Octubre, Guayaquil).
Más allá de la ayuda inmediata
Mientras las autoridades definen planes de acción, los habitantes del Golfo resisten con apoyo de organizaciones pesqueras y ciudadanos solidarios. Pero su mensaje es claro: no quieren asistencialismo ocasional, sino políticas públicas sostenidas que garanticen salud, educación y servicios básicos.
“Tenemos derecho a vivir dignamente, no a sobrevivir entre emergencias”, recalca Ramírez, quien, junto a otros líderes locales, insiste en que la resiliencia de estas comunidades debe ir acompañada de una respuesta permanente y coordinada por parte del Estado.